En mi segunda experiencia en este país repleto de aprendizajes que es la India he viajado de punta a punta gracias al fútbol y, sin ser un experto, se puede decir que la conozco ya lo suficiente como para poder orientar a alguien que viniera de nuevas. Bombay, con sus extremas contradicciones, con el lujo mas opulento mezclado con la más denigrante de las miserias; Delhi y su asfixiante niebla de polución que la hace aún más inmensa y aturdidora; Guwahati, en el otro lado de Bangladesh, donde sus habitantes de rasgos más achinados debido a su localización viven en una paz austera; Kerala es un destino turístico pero, diría, que con poco movimiento, paisajes preciosos, verdes, y costas magníficas; la enorme Chennai, antes llamada Madrás, está actualmente pasando uno de sus peores momentos por esas lluvias que afectan a la costa sudeste; y Calcuta, por supuesto, la que más conozco por mi anterior etapa y a la que le guardo un especial cariño, es gris y ruidosa, con una impactante miseria sin tanto contraste como Delhi o Bombay porque, aun con excepciones, la mayor parte es pobreza sin atisbo alguno de lujo.
Me atrevo a decir pues que soy un afortunado por haber caído este año en esta maravillosa provincia que es Goa. La temporada pasada ya la visité en dos ocasiones y tuve la sensación de haber salido de la India durante mis estancias aquí. Sus playas y su clima no tienen nada que envidiar a destinos turísticos reconocidos mundialmente como los mejores paisajes para vacacionar. Carreteras estrechas bordeando costas que llegan a hacerse caminos para complicar el acceso a playas escondidas. Un mar Arábico de color plata con un oleaje siempre removido que hace que la mayoría de los habitantes locales no se atrevan zambullirse en él -muchos de ellos no saben nadar y lo consideran peligroso por el mar de fondo que suele haber-. Chiringos y restaurantes orientados a gozar de una puesta de sol tomándose una Kingfisher Ultra. Arena blanca precedida de cocoteros al estilo postal caribeña, donde multitud de cuervos ponen contraste con su color negro y banda sonora con sus graznidos.
Su capital, Panaji, es una ciudad pequeña, con todo lo que le puedes pedir a una capital de provincia. Una capital pequeña de una provincia pequeña de India con su zona comercial, su iglesia como emblema, sus barriadas, su mercado. El mercado central es un espectáculo. Comparado con Calcuta es un paseo agradable, pero no es fácil situarse. Calcuta tiene un mercado para cada cosa, o varios, y todos son inmensos (todo en Calcuta es inmenso). El de Panjim, no. En la planta del mercado baja están las frutas y verduras. Goa vive sobretodo de su huerta, del arroz (cómo no) y del mar. Debido a su ubicación, su fértil tierra rojiza y los monzones en época de lluvias, toda la provincia es verde hasta tocar la arena de playa. Campos y campos, sembrados o no, de distintos verdes rodeados de agua por todos lados.
En la misma planta están también las flores. Hay una demanda muy grande de collares y decoración floral, la mayoría con destino a ofrendas o celebraciones religiosas. Y saliendo a un lado del principal edificio, te topas con el pescado (o más bien con su olor), fresquísimo, y la carne, sin frescor ni nada. Entrar en esta zona es de valientes, porque el aroma que va llegando desde cien metros antes ya te avisa de lo que viene. Aun así merece la pena. Variedad y pescados que no conocía hasta mi llegada aquí: Kingfish, Pomfret, Modso, Chonak. Insisto, en el pescado, con el tema de la carne prefiero pasar palabra. Luego, en la planta de arriba está el multimarcket: ropa, telefonía, joyas, electrónica… Ahí puedes encontrar de todo, menos lo que has ido a buscar.
Y en cuanto a la gente de Goa, diría que también tienen rasgos característicos. Los goans suelen ser más morenos de piel, debido en parte a la herencia recibida por ser colonia portuguesa hasta hace medio siglo. Son tan hospitalarios y sonrientes como cualquier indio, pero con un punto más picante, igual que su comida. Espabilados y siempre dispuestos a reír y abiertos a la juerga, diría incluso que tienen como más tendencia a la picaresca. Su contacto más frecuente con turistas y gente de fuera les ha curtido en eso y puedes pasear por cualquier lugar sin que te miren como si fueras un ser extraterrestre.
Goa es un lugar que merece la pena conocer, no solo visitar. Es otra India a la que siempre agradeceré su recibimiento y su trato. Un estilo de vida que llevaré en el pecho para los restos. Sussegad, del portugués sosegado.